Al igual que en una pelea de gallos,
cuando se trata de obtener la custodia,
las dos partes van a ver quien más odia
y, hacer del excompañero, un vasallo.
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Los letrados les colocan los espolones,
se miden para ver quien los tiene más largos,
en función de esto, redactan los cargos
y, en la sala, comienzan las alegaciones.
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Entre tanto, el niño, suele estar ajeno,
sólo sabe que..., por él, se están peleando,
no entiende nada, no está en ningún bando,
sólo espera a ser llevado a cualquier terreno.
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Los familiares, juegan un papel importante
sacando todos y cada uno de los sucios trapos,
entre ellos..., también suelen haber sopapos,
todo vale para derrotar al contrincante.
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Así se pasan los meses, incluso años, a veces,
el pequeño, va de un lado a otro, zarandeado,
no comprende pero, se siente abandonado,
nadie le pregunta: ¿De qué careces?
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A buen seguro que el tutelado respondería:
De un hogar unido, de un amor compartido,
de ser por los dos, y en la misma casa, reñido,
de disfrutar de paz y equilibrio en vuestra compañía.
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