Al igual que en una pelea de gallos, cuando se trata de obtener la custodia, las dos partes van a ver quien más odia y, hacer del excompañero, un vasallo.
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Los letrados les colocan los espolones, se miden para ver quien los tiene más largos, en función de esto, redactan los cargos y, en la sala, comienzan las alegaciones.
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Entre tanto, el niño, suele estar ajeno, sólo sabe que..., por él, se están peleando, no entiende nada, no está en ningún bando, sólo espera a ser llevado a cualquier terreno.
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Los familiares, juegan un papel importante sacando todos y cada uno de los sucios trapos, entre ellos..., también suelen haber sopapos, todo vale para derrotar al contrincante.
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Así se pasan los meses, incluso años, a veces, el pequeño, va de un lado a otro, zarandeado, no comprende pero, se siente abandonado, nadie le pregunta: ¿De qué careces?
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A buen seguro que el tutelado respondería: De un hogar unido, de un amor compartido, de ser por los dos, y en la misma casa, reñido, de disfrutar de paz y equilibrio en vuestra compañía.
Que las mujeres somos humanas..., eso, es evidente, aunque lo somos más en Occidente que en otras comunidades hermanas.
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Que las mujeres están subyugadas..., de eso, somos conscientes, van tapadas hasta los dientes, por eso, creo que se sienten anuladas.
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Es tradición y costumbre que los hombres vistan a su antojo, y eso, debería ser motivo de enojo... ¡Ya está bien de servidumbre!
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Ellas, seguro, quisieran ser miradas, tener los mismos derechos, ver al hombre en su situación..., maltrechos, y con todas sus defensas minadas.
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¿Por qué siempre pierden los mismos? ¿Por qué sus vidas se ven truncadas? ¿Por qué se las veja y las tienen atadas? Son el centro de atención, para muchos egoísmos.
Con frecuencia invocamos a la lluvia, sacamos a los santos en procesión, rezamos y rezamos hasta que diluvia, y luego, nos viene la agitación.
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Caen tres gotas y mal repartidas, y donde caen..., a mogollón, hay que usar por las calles salvavidas, no están preparadas para tanta absorción.
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El estado nos previene de la gota fría, recomienda prudencia en la conducción, sólo le falta entonar un Avemaría pero, no son capaces de dar con la solución.
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El cauce de los ríos atestados de hierbas, las alcantarillas, esas, son dignas de mención, no alcanzan a tragar las necesitadas reservas que, ante nuestros ojos, vemos pasar desde el balcón.